EL LUGAR DE ASPILZA

 

            En el privilegio de fundación de Marquina como villa, otorgado el 6 de junio de 1355 por el Señor de Vizcaya, Don Tello, se considera a Aspilza un lugar idóneo para su ubicación, pues tratándose de impedir las incursiones de los guipuzcoanos y de la gente que accediera desde la costa, dice textualmente que no avia otro lugar por do entrar sino por el campo que dicen Aspilza que es en el valle de Marquina.

        

         Sin embargo, el lugar conocido actualmente como Aspilza no corresponde con lo anterior y, además, es conocido que también se denominaba como paraje de Aspilza a lo que hoy es “El Prado” de Marquina.

 

         La primera referencia documental que conocemos del molino y las ferrerías de Aspilza datan de 1538, en que se consigna un pleito habido entre los Bidarte y los Ubilla, por la pretensión de estos últimos de instalar una ferrería en Uberoeta y los primeros de hacerlo en Aspilça. Al parecer, ganaron los primeros, porque, en la relación de propiedades mencionadas con motivo de la fundación del vínculo de Vidarte, en 1549, se habla de las ferrerías de Aspilça, lo que hace pensar que su construcción se produjo entre 1538 y 1549.

 

         El primer Murga que vino a poseer este vínculo y mayorazgo fue D. Francisco Xabier de Murga y Aranda en virtud de las capitulaciones matrimoniales celebradas en torre Bidarte el 10 de Agosto de 1730 por testimonio del escribano real y del número de la merindad de Marquina D. Manuel de Lobiano. Intervinieron en estas capitulaciones Juan Joseph de Andonaegui y Mª Antonia de Zaldua, padres de la novia Mª Ignacia, heredera de los vínculos de Andonaegui, Rentería, y Vidarte y de los caseríos libres de Abando.

 

 

LA FERRERÍA DE ASPILZA

 

         Contruída, por tanto, a mediados del XVI, tenía la peculiaridad de ser doble, es decir, de tener doble juego de martillos y fuelles. En ellos se fundieron tanto el hierro como el cobre. Esto explica el gran tamaño del almacén de los materiales, pues además de los materiales que se fundían hacía falta un gran acopio de carbón. El reparto de  la leña de los montes causó un pleito entre propietarios de ferrerías en 1740.

 

         Fue una de las doce que sobrevivieron en la zona a la crisis que produjo el procesamiento del hierro en Europa con hornos altos a partir del XVII, ya que, como hemos dicho, aún funcionaba en el XVIII y XIX (Ver documento).

 

         Abandonada durante largos años, hacia 1921 a D. José María de Murga se le ocurrió hacer una vivienda en el lado del almacén que da a la carretera de Ondárroa, ocupando solo una tercera parte del edificio. Su objetivo era aprovechar unas ventanas que le habían sobrado de otra obra. Aquellas ventanas las pintaron de color azul.

 

         La vivienda la ocupó un personaje -muy recordado todavía en Markina-, apodado “Memés” que, además de supervisar la turbina del salto de agua próximo, se dedicaba a arreglar bicicletas y regentar el potro de errar. Sus nietos son propietarios de un gran garaje de Marquina.

 

         A finales de 1993 el edificio presentaba un aspecto de ruina absoluta. Abandonado varios años antes, el tejado estaba caído y la maleza crecía por las escaleras exteriores de acceso a la pequeña vivienda. Solo quedaban las sólidas paredes....y el espacio. El proyecto se lo encargamos a Carlos Arrizabalaga, arquitecto local, que lo presentó en enero de 1994. La obra la ejecutó entre 1995 y 1996 el contratista local Pedro Arrigán, alias “Beñe”, quien tuvo el acierto de aprovechar que estaba también arreglando la colegiata de Cenarruza para traer las vigas de madera del derribo, que utilizó para hacer el tejado. Como dato curioso, aunque luctuoso, el carpintero que trabajó esas vigas, se sintió indispuesto en el tejado, cuando estaba acabando la obra, y trasladado al hospital de Bilbao, murió poco después. Sirvan estas líneas como homenaje de agradecimiento a un buen trabajador y a todos los que contribuyeron en la obra de la Ferrería de Aspilza.